viernes, 9 de febrero de 2018

El bosque del laberinto, narración becqueriana

¡Hola a todos! Para este finde de frío y mantita, os dejamos la narración becqueriana de Marta Rosa Valero, de 4º de ESO A 



Era una tarde de invierno, en concreto 24 de diciembre –Nochebuena-. Fernando, hijo del alcalde de Pandora, quería pasar esa nochebuena con su grupo de compañeros de clase, pero no sabía dónde pasar la noche, ya que sus compañeros eran personas de poco dinero y sus casas estaban ocupadas por sus familiares.
Fernando le pidió prestada a su padre una casa a las afueras de Pandora, su padre le dijo que era muy peligroso, pero él no quiso escucharlo, y llamó a sus compañeros para pasar la noche allí.
Uno de sus compañeros estaba casado y tenía una bellísima hija llamada Alicia. Ellos no tenían donde pasar la noche, y Fernando les dijo que pasaran la noche allí, con el resto de compañeros.
Estaban todos en la casa, era inmensa  y mientras todos se alojaban allí, la pequeña Alicia salió a jugar con su pelota de plástico.
Un rato después escucharon a Alicia llorar y todos salieron corriendo para ver qué le pasaba, estaba tirada en el césped y no paraba de llorar. Lucía, su madre, la cogió y se la llevó dentro de la casa. Una vez que se tranquilizó, le preguntó: “¿Qué te ha pasado, por qué has llorado?” Ella temblando, y con voz asustada, respondió: “Estaba jugando y alguien me quitó mi pelota”.
Su madre, asustada, salió corriendo a ver si había alguien cerca, y cuando llegó, la pelota estaba justo donde Alicia estaba jugando, así que cogió el juguete y lo guardó.
Cuando entró, dijo que habían sido unas imaginaciones de la pequeña niña, y que debía descansar.
Una vez alojados, con su pequeña Alicia dormida, empezó la fiesta de Nochebuena, Fernando salió a fumarse un cigarrillo, y vio una pelota guardada. Cuando se acercó, tenía una marca gris, como si alguien hubiera intentado romperla con las uñas.
Fernando pensó que a lo mejor era verdad lo que decía la pequeña Alicia, pero no quiso enseñarle la pelota a ninguno, para que no se asustase.
De pronto, un fuerte viento le quitó la pelota de las manos, y Fernando fue tras ella, y el golpe de viento se paró y la pelota se quedó al lado de un cartel en forma de flecha en el que ponía: “Prohibido el paso, podría perderse”. Esta flecha estaba apuntando a una gran reja en la que empezaba un bosque llamado “El laberinto”.
Fernando cogió la pelota y se acercó a la reja, en ese momento oyó a una pequeña niña pidiendo ayuda, parecía la voz de Alicia y entró en el bosque, pero se dio cuenta de que a cada paso que daba, la reja se cerraba un centímetro, así que salió corriendo y fue a por dos cuerdas largas y fuertes, y volvió al bosque.
Cogió las dos cuerdas y amarró la reja a dos árboles, y entró al bosque temblando, pero no escuchaba a la pequeña. Fernando muy asustado empezó a gritar:
-          “Alicia, ¿dónde estás?
Pero nadie contestaba, se adentró un poco más, pero había tantos caminos y estaba todo tan oscuro que no sabía para dónde tirar, pero de pronto oyó la voz de Alicia y cuando miró hacia la derecha vio su sombra. Esta empezó a correr y Fernando la siguió corriendo diciéndole que era él, pero Alicia no se paraba. Después de un rato corriendo Fernando la perdió de vista y cuando miró a su alrededor estaba perdido en medio del bosque.
Él empezó a correr buscando  la salida y perdió un zapato, pero no regresó ni a cogerlo, así que siguió corriendo, pero se le puso en medio del camino la niña. Él se paró rápidamente y cuando se acercó se dio cuenta de que  no era Alicia, sino un rostro muy pálido con los ojos negros. Del susto Fernando retrocedió rápidamente y cayó en un hueco que  había.
Cuando Fernando despertó vio a una mujer muy hermosa, y le preguntó:
-          “¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?
Ella no  le respondió, parecía impresionada, Fernando volvió a preguntarle lo mismo y ella seguía sin contestarle. Fernando muy asustado le dijo:
-          Eres hermosa
Ella se sonrojó y le contestó:
-          Nadie me había dicho nada así nunca. ¿Te gustaría comer hoy conmigo?
Él contestó muy rápidamente:
-          Sería un honor, hermosa dama.
Fernando se levantó y se sintió  muy ligero, era todo muy raro, de hecho tenía los dos zapatos.
La bella mujer lo llevó a su casa, donde las sillas y las mesas estaban hechas de troncos. Se sentaron a comer y Fernando le contó que  no se acordaba apenas de anda de lo sucedido ayer, solo recordaba que se cayó en un  hueco y  muchas personas vestidas de negro se le tiraron encima, a partir de ahí n o se acordaba de nada. Ella soltó una carcajada y l e dijo:
-          Bienvenido.
Fernando no lo entendió muy bien y dijo:
-          Se hace tarde, debo regresar.
A lo que ella respondió:
-          Regresar, ¿dónde?

Y él respondió:
-          A mi casa, deben estar todos muy preocupados.
Ella no dijo nada y dejó que se marchara, él se sentía muy raro y quiso mirar la hora en su reloj, pero este daba vueltas como un loco.
Fernando no se acordaba muy bien del camino, pero vio muchas luces a lo lejos y salió corriendo para ver qué pasaba. Cuando llegó estaban todos sus familiares llorando alrededor del hueco donde él se cayó y el padre de Fernando dijo entre lágrimas:
-          Avisé de que era peligrosos, pero no me hizo caso.
Fernando le contestó:
-Papá, no pasa nada, estoy bien.
Pero nadie le hacía caso.
Fernando se acercó al hueco para ver quién era el que estaba ahí, y cuando miró era él. No se lo podía creer, y seguía gritando una y otra vez:
-          ¡Estoy bien, estoy aquí, ese no soy yo!
Pero seguían sin hacerle caso.
De repente apareció la bella dama y le dio un espejo. Fernando no lo entendía y ella le preguntó:
-          ¿Qué ves cuando apuntas el espejo para ti?
Y él contestó:
-          Nada.
En ese momento Fernando entendió por qué nadie le hacía caos, en ese momento entendió todo lo que pasó.


Marta Rosa Valero, 4º ESO B

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